El menú psicoactivo de cada persona es una fórmula que depende de muchos factores y que es más flexible para unos que para otros, exactamente igual que el menú alimenticio. De la misma manera que existen múltiples dietas “de alimentos para el cuerpo”: mediterránea, vegana, vegetariana, hipocalórica, paleodieta, proteica, desintoxicante, alcalina, etc., también existen diferentes regímenes de ingestión “de alimentos para el espíritu”. Desde las propuestas más estrictas (abstinentes o abstemias) a las más laxas (policonsumidoras) existe un gran abanico de posibilidades y modulaciones. En este texto analizaremos una de las mezclas más comunes, cannabis y alcohol, con el fin de conocer mejor cuáles son sus riesgos y placeres asociados.
En el siglo IV antes de nuestra era, los griegos levantaron un templo en honor al Dios Apolo, en Delfos. Hasta que el cristianismo lo destruyó completamente con el fin de borrar todos los rastros del paganismo, en la entrada del templo, se podía encontrar una inscripción que decía “conócete a ti mismo”. Esta sentencia proverbial actualizada por nuestro particular templo de la reducción de riesgos en consumos de cannabis que es RdRCannabis, quedaría así: “conoce tu dosis”. En tan pocas palabras se puede encapsular gran parte de la sabiduría que los ilustres psiconautas pueden legar a los que vienen detrás. Y, como pasa con todos los aforismos, esconde más significados de los que revela a primera vista.
Sin cualidades como la moderación o la capacidad para el autoconocimiento aumentan las posibilidades de tener (o repetir) una mala experiencia cuando uno se disponga a modular -con drogas- su conciencia, es decir, su forma de relacionarse con el entorno y con aquellos que cohabitan en el mismo. Ahora bien, desgraciadamente o no, la manera más habitual de conocer los propios límites es equivocarse (pasarse de rosca) o, también, apoyar a alguien próximo que se ha sobredosificado. Como ya hemos apuntado en RdRCannabis: Aprendemos por mímesis: los más jóvenes ante el consumo.
Es en este contexto donde atesorar información objetiva sobre como interaccionan en nuestro organismo las mezclas de cannabis con otros psicoactivos puede marcar una diferencia y ahorrarnos experiencias no deseadas. Sin duda, la mezcla más clásica en nuestro contexto es la de cannabis y alcohol. Abrimos un paréntesis, dando por sentado que una gran parte de personas que consumen cannabis lo hacen mezclándolo con tabaco. La cuestión es que la mezcla de alcohol y cannabis, lo que en inglés se conoce como crossfading, tiene un efecto final que ninguna de las dos sustancias puede dar si se consumen por separado. Veamos por qué.
Primero de todo, tenemos que mencionar una de las variables que puede hacer que entre diferentes personas el consumo de la misma cantidad de alcohol o cannabis genere efectos muy diferentes: la tolerancia. Tanto para el alcohol como para el cannabis, los efectos serán muy divergentes si la persona es consumidora regular de estas fuentes de embriaguez o no. Y, cuando decimos divergentes, queremos decir -sobre todo- que, para quién no tenga experiencia, los efectos serán mucho más fuertes e imprevisibles.
Por todo el mundo es conocido que el alcohol es una sustancia depresora del sistema nervioso que en dosis bajas tiene efectos eufóricos y desinhibidores. Y que el cannabis produce unos efectos relajantes, aunque en función de la variedad o la potencia estos pueden cambiar.
El hecho es que un estudio demostró que el consumo de cannabis afecta a cómo funciona el intestino delgado, dado que altera el trato gastrointestinal de manera tal que los niveles de alcohol en sangre resultan más bajos que si sólo se hubiera bebido alcohol. Es por ello que, si se fuma antes de beber, puede existir el riesgo de que se siga bebiendo sin notar realmente el estado de embriaguez antes de que sea demasiado tarde, por haber bebido más de la cuenta.
Ahora bien, un estudio complementario encontró que el alcohol tiene el efecto inverso sobre el THC, es decir, si primero se bebe y después se fuma, los niveles de THC en el plasma se disparan, e intensifican el colocón. Ello se debe al hecho de que el alcohol activa los vasos sanguíneos del sistema digestivo, cosa que ayuda a la absorción de THC. Por lo tanto, beber mucho alcohol y después fumar cannabis puede acercarnos rápidamente a pillar la pálida. Por supuesto, si el tipo de cannabis que se consume es más potente, como una concentración de extracto (dab) o un comestible (edible), la mezcla puede resultar explosiva del todo. Otro factor clave para tener la experiencia es el lugar donde esta pasa: estar en el sofá de casa, en un bar, en el parque o en la discoteca modulará también la intensidad del momento, y el margen de maniobra que tengamos una vez llegue el mareo, el sudor frío, el vómito o, incluso, la paranoia. De manera tal que, si se ha bebido, hay que intentar moderar el consumo de cannabis para no pasarse del sutil límite entre conectar y desconectar del entorno inmediato. Otro elemento que marcará la diferencia es la potencia del alcohol ingerido. Siempre es menos arriesgado beber alcohol de baja graduación (cerveza, vino) que licores o destilados cuando se consuma THC de manera simultánea.
Una situación donde se tendría que ser especialmente cauteloso es a la hora de conducir vehículos bajo los efectos del alcohol y el cannabis. Es una combinación que está totalmente desaconsejada cuando se coge el volante, dado que la capacidad de reacción de la persona está altamente afectada y el riesgo de accidente aumenta peligrosamente.
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