Aprendemos por mimesis: los más jóvenes ante el consumo

El consumo de cannabis en personas jóvenes presenta más riesgos, por varios motivos de peso. Después del alcohol y el tabaco, el cannabis es la droga más consumida por la población adolescente del país; este dato puede generar preocupación puesto que se sabe que dicho consumo potencialmente tiene mayores riesgos y que produce daños entre los más jóvenes.

Si bien la falta de acompañamiento, de prevención y de modelos educativos puede incrementar la posibilidad de que su consumo produzca efectos no deseados entre los jóvenes, no hay que olvidar que existen soluciones y herramientas para reducir riesgos y para empoderarles en su toma de decisiones, empezando por nuestro propio comportamiento. De hecho, en esta ecuación es muy importante tomar en cuenta que los mayores somos referentes para los más jóvenes ─espejos donde mirarse y de donde aprender.

¿Por qué es diferente el consumo entre jóvenes?

Como sucede con el consumo de cualquier producto psicoactivo, el consumo de porros altera el funcionamiento del sistema nervioso, lo que acarrea consecuencias tanto físicas como psicológicas. Entre estas, obviamente, se incluyen los efectos deseados. Pero, a algunas personas ─y, particularmente, las más jóvenes, que están aprendido a conocer su cuerpo, a gestionar adecuadamente sus placeres, y que siguen en el proceso de fortalecimiento de sus capacidades de pensamiento abstracto y crítico─ puede provocarles sensaciones desagradables, pensamientos angustiantes y, en determinados casos, puede aumentar el riesgo de desencadenar trastornos relacionados con la ansiedad, la desmotivación, los estados de ánimo desagradables o estados paranoides, o empeorarlos si ya están presentes. En el extremo de los efectos no deseados, y en personas con un bagaje preexistente de factores favorables al desarrollo de trastornos del espectro esquizofrénico, el consumo de cannabis incrementa el riesgo de aparición de síntomas de espectro psicótico o esquizofrénico.

Si bien el impacto que el consumo de cannabis pueda tener en el cerebro dependerá de las características personales de cada uno, en personas jóvenes estas afectaciones pueden llegar a ser más frecuentes y más agudas. Hasta los 21 años, aproximadamente, los adolescentes siguen en un periodo de desarrollo del tejido neuronal implicado en el desarrollo de funciones neurocognitivas. Al consumir cannabis antes de que se acabe el “despliegue neuronal”, se puede llegar a perturbar el desarrollo óptimo del cerebro. Además, estos cambios neurológicos van acompañados a menudo de una serie de cambios físicos, sociales, afectivos y emocionales intensos, cosa que hace a los adolescentes más vulnerables a todo tipo de factores externos. El consumo de cannabis es uno más. Por lo tanto, debe prevenirse y gestionarse adecuadamente.

Mientras los adultos suelen consumir cannabis al terminar la jornada laboral, o durante los fines de semana –un poco como si fuera para volver “a sentirse joven”–, es más probable que los jóvenes consuman cannabis durante el día –para, como algunos dicen, “hacer como los adultos”. Pero, dado que los porros pueden afectar a la memoria, a la atención y a la concentración, tales pautas de consumo pueden contribuir a la aparición ─sino a la generación, de dificultades escolares y de aprendizaje.

Otros varios factores llevan a pensar que, cuanto más tarde empiece su consumo, mejor. Es sabido que los jóvenes no suelen iniciarse mediante las formas de consumo más seguras sino que, a menudo, usan cannabis mediante los métodos más dañinos: mezclando el cannabis con el tabaco ─lo cual les expone a sustancias tóxicas presentes en el humo, cosa que facilita su dependencia a la nicotina─, mezclando el cannabis con alcohol de alta graduación, usando pipas de tipo bong (pipas de agua), etc. Finalmente, el entorno legal que rodea el cannabis tampoco proporciona el mejor de los contextos para la juventud.

Empoderarse y prevenir los riesgos

La mejor prevención empieza con un diálogo abierto, interactivo y sin prejuicios o con una actitud juiciosa. Cada persona y contexto requieren un enfoque específico. Asimismo, a todas las edades es válida la prevención y la educación, pero con contenidos ajustados al momento vital. En este sentido, la buena comunicación en el seno de la familia es primordial.

Una ocupación educativa y lúdica continuada de los adolescentes es la segunda clave para una prevención eficiente ─cosa que, en cierta medida, se ha visto complicada por la situación pandémica. Con más razón, en tiempos de COVID-19 es importante prestar atención a problemas transversales que puedan afectar al joven y a sus determinantes –características personales o sociales, factores de riesgo o de protección, problemas de salud mental, contexto social o afectivo, o presencia de racialización o estigmatización.

Si bien la edad media de inicio del consumo de cannabis entre estudiantes de secundaria se ha mantenido alrededor de los 15 años en las últimas décadas, en los últimos años ha disminuido la brecha de género por lo que se refiere a la prevalencia de consumo. No obstante, los consumos de ellas y ellos siguen siendo diferentes en muchos ámbitos: el significado del consumo, la planificación, la forma de provisión, etc. Por eso, para conseguir mensajes más significativos y transformadores, será necesario incluir la perspectiva de género en sus abordajes educativos.

De la misma manera que el género se ha de considerar, vale la pena tomar en cuenta también otros determinantes, características personales o sociales y factores de riesgo o de protección. El consumo de cannabis, como de toda sustancia, es un proceso biopsicosocial complejo, pero también es un proceso cultural. Esto hace que cada persona entienda de forma diferente los diferentes comportamientos, estados y trayectorias de consumos. Por esta razón, incorporar una mirada interseccional en el acompañamiento educativo es fundamental.

Para ello, ante todo, frente a personas jóvenes que consumen cannabis, tenemos que escuchar primero, y mejorar nuestra comprensión del otro –y aún más en el caso de personas con códigos socioculturales diferentes a los nuestros (menores extranjeros, hijos de inmigrantes, diversidad de orientaciones afectivas, etc.). Esto permite establecer un diálogo honesto y no estigmatizante ─por ejemplo, en el ámbito familiar. Más allá de la familia, no faltan las soluciones y herramientas para abordar el consumo de cannabis.

Tengamos en cuenta que somos referentes para los más jóvenes; que, seamos familia, amigos, iguales, cualquier persona del entorno cercano o de confianza, siempre somos referentes… ¡Aunque no nos demos cuenta!

Todos tenemos que ser conscientes de ello y debemos tener en mente los principios básicos de la prevención: debilitar los factores de riesgo y potenciar los factores protectores. No necesariamente para ametrallar a los jóvenes con datos sobre los riesgos del cannabis o para actuar de detectives, sino para capacitarles para que sean menos vulnerables frente a situaciones de riesgo que pueden encontrar a lo largo de su vida. Y para empoderar a los jóvenes en su toma de decisiones.

Actuemos de referentes. Primero, debemos ser sus referentes con relación a nuestro propio consumo ya que, en gran parte, los más jóvenes aprenden de sus referentes por mimesis. Y debemos acompañar a los más jóvenes en su crecimiento y desarrollo de la mejor manera posible. Debemos acompañarles a aprender a pensar de forma crítica, a relacionarse con los demás, a no siempre querer imitar a los adultos, y a resistir la presión de las amistades y la sociedad, a considerar los riesgos del consumo y, a aprender a gestionar sus placeres.

Y, si es que les toca empezar –cosa que no está en nuestras manos–, debemos ayudarles a gestionar su consumo para que tenga el menor impacto negativo posible en sus vidas. ¿Cómo hacerlo?

Enseñar o reflejar (el camino)

En el centro de todo están las personas y las decisiones que estas toman. Antes de abordar las decisiones de los jóvenes es bueno reflexionar sobre nuestro propio comportamiento. Desde la posición de referentes que tenemos, como adultos, debemos ser conscientes que nuestras decisiones cuentan y que debemos actuar responsablemente ──por ejemplo, tomando la determinación de no consumir en presencia de jóvenes o decidiendo no consumir en espacios de responsabilidad o de trabajo, etc.

Más allá de nosotros, la clave es empoderar a los jóvenes para que puedan tomar decisiones responsables y adultas basadas en una capacidad crítica –cosa que resulta más difícil entre adolescentes, para quienes la socialización, los intercambios, la incorporación de valores y hábitos, y la pertenencia a un grupo son influencias primordiales. Decidir consumir cannabis debería ser una decisión pensada, meditada y madura. Pero los jóvenes son personas en formación, en devenir. Por definición, no son adultos, por lo cual no es esperable que tomen decisiones adultas siempre.

En este sentido, la escuela, la familia y el entorno social son relevantes como potenciales factores protectores. El entorno social ─grupos de iguales, familia o adultos referentes─ tiene un rol fundamental para los adolescentes, ya que es más probable que un joven se inicie en el consumo si forma parte de un grupo en que la mayoría ya consumen. Puede que el consumo se produzca, en cuyo caso aún es más necesario reforzar las capacidades personales y la autoestima del joven para que esté en condiciones de tomar la mejor decisión posible: no consumir o, si consume, consumir una cantidad controlada, de manera informada y generando los menos daños posibles para su salud.

Cuando alguien decide consumir, tendría que ser porque realmente lo haya decidido por si mismo ─y no porque alguien le haya pasado el hábito de consumir ni tampoco porque no hacerlo no quedaría guay en un contexto dado, y aún menos por querer imitar a familiares o adultos referentes. En caso de que los más jóvenes llegasen a consumir, queremos que sepan utilizar sus neuronas para elegir si de verdad quieren consumir o no; y, si es que sí, que las sepan utilizar también para elegir el momento y el lugar de poner límites a su consumo. Pero para potenciar esto, los adultos primero han de saber enseñar el camino y elegir no consumir delante de los más jóvenes y, si consumen, han saberlo hacer de manera adulta, contextualizada, que no incida en los adolescentes ni les incite a iniciar demasiado temprano un consumo que les puede perjudicar.

2021-07-15T16:18:58+00:00

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