En el apunte anterior repasamos las bases del estigma y sus efectos en las personas consumidoras de cannabis. En este texto intentaremos dar la vuelta al calcetín. Lo haremos con la ayuda de los estudios científicos sobre la materia y gracias al conocimiento que las ciencias sociales críticas nos ofrecen. Un elemento central para combatir el estigma sobre el cannabis son las trincheras que representan los clubs sociales de cannabis. En los últimos veinte años, este fenómeno ha contribuido a la normalización social del cannabis y al aumento de la seguridad para muchas personas consumidoras. Ambas, excelentes herramientas para combatir el estigma.
¿Qué dicen las investigaciones científicas?
Un estudio titulado «Usuarios del cannabis y estigma: una comparación de usuarios de países europeos con diferentes políticas de cannabis», publicado por la Universidad de Ámsterdam (2022) sobre la cuestión del estigma y el consumo de cannabis, reveló que las personas consumidoras, por el hecho de serlo, denunciaban situaciones de discriminación en el puesto de trabajo así como en contextos sociales y jurídicos. También manifestaban recibir el rechazo de parte de amigos y familiares al chocar con estereotipos negativos como, por ejemplo, que eran vagos, peligrosos o menos inteligentes.
Lo que radica a una mirada estigmatizante es una determinada moral, una manera de ver el mundo que es una herencia sociocultural e histórica. El estigma asociado al consumo de drogas —como decíamos más arriba— está altamente relacionado con la situación de ilegalidad de estas. Para entenderlo mejor, es interesante leer las conclusiones de un estudio holandés donde se muestra que en los países donde las leyes sobre cannabis eran más punitivas, el estigma también era más intenso.
Los investigadores de este estudio realizaron una encuesta a 1.225 personas consumidoras de cannabis de siete países europeos diferentes: Grecia, Alemania, Italia, Francia, el Reino Unido, Portugal y los Países Bajos. Todos estos países tienen políticas bastante diferentes en torno al cannabis, aunque es técnicamente ilegal en todos. Los Países Bajos, seguidos de Portugal, lideraban las leyes menos punitivas, y Grecia, las más punitivas. Los participantes de Grecia puntuaron el nivel más alto de estigmatización, mientras que los de los Países Bajos obtuvieron las puntuaciones más bajas. En torno a la mitad de los encuestados dijo que la mayoría de la gente creía que las personas consumidoras de cannabis no eran fiables, y en torno al 25% dijo que la mayoría de la gente creía que eran peligrosos. Aproximadamente el 25% de los participantes también declararon aislarse y evitar a la gente porque temían que los despreciaran a causa del consumo de cannabis. En todos los países, ser una persona consumidora de cannabis a diario aumentaba la probabilidad de estigmatización.
Por lo tanto, podríamos entender que, a medida que las leyes sobre el cannabis sean menos punitivas y avancen de la prohibición más estricta hacia la regulación, el estigma social se irá modulando a la baja y nos acercaremos más a la normalización del consumo de cannabis. Pero, como podemos comprobar en Uruguay o Canadá, el estigma asociado al consumo de cannabis todavía existe en una sociedad evolucionada más allá de la prohibición, y se puede ampliar a determinadas subpoblaciones vulnerables.
Un segundo estudio muy revelador es el publicado (2016) por Vendula Belackova y sus colegas de la República Checa en la revista International Journal of Drug Policy. Esta investigación se realizó a partir de una metodología cualitativa, a través de grupos de discusión conformados por socios y socias de clubs sociales de cannabis de diferentes ciudades del Estado español. El objetivo del estudio era evaluar el potencial de los CSC para minimizar los daños resultantes del uso del cannabis (como riesgos respiratorios y de salud mental, riesgo de dependencia y riesgos sociales). Precisamente, el apartado final (riesgos sociales) examinaba la cuestión del estigma y recogía alguna frase muy ilustrativa de un participante:
Lo que me atrae más de este lugar es que te sientes aceptado de una manera que no lo estás en público. Aquí nadie te mirará extraño porque fumes. Es idiota, pero fuera de estas puertas no es así. Aquí uno se siente muy cómodo.
Así pues, el estudio apuntaba al importante rol que pueden jugar los CSC en cuanto a reducir el estigma sobre el cannabis. Las personas asociadas consideran los CSC espacios de libertad y de no juicio sobre el consumo. Un espacio donde reina la confianza favorece las intervenciones de salud; por el contrario, en el espacio público, donde el consumo y la tenencia pueden ser perseguidos por la policía, ocurre lo contrario: más estigma y menos posibilidad de contacto con las personas que consumen.
La autora remarcaba que, en el ámbito de la reducción de daños y la prevención, los CSC pueden llevar a cabo actividades informativas y educativas sobre los riesgos del consumo. También el personal que trabaja puede recibir formación (como la que ofrece Rdrcannabis) y estos factores configuran los CSC como espacios privilegiados de cohesión social, de contacto con las personas consumidoras, de transmisión de información entre el grupo de iguales y como vector de cohesión social. Estos cuatro elementos pueden tener un importante efecto sinérgico y positivo entre ellos.
¿Cómo se puede hacer frente en nuestro día a día al estigma del cannabis?
En todas las sociedades hay estereotipos y prejuicios, es imposible escapar de ellos. Las discriminaciones sí que son evitables y controlables. Toda persona que participa en un sistema cultural aprende los estereotipos usuales para los grupos que han sido definidos en aquella cultura. Combatir el estigma es una tarea donde todo el mundo tiene algo que decir, tanto quien consume como quien no. Es una cuestión política y social. Estructural. Si miramos las encuestas estatales sobre opinión, vemos que con relación al cannabis medicinal un 90% de la sociedad española está a favor de la regulación y un 49,7% estaría a favor del uso adulto. En varios lugares del mundo hay una corriente favorable a repensar las políticas basadas en la prohibición para avanzar hacia modelos de regulación, y pronto podemos estudiar sus impactos, tanto positivos como negativos, en clave de reducción del estigma.
En un plan comunitario, el soporte social es básico para vivir. Todo el mundo está condicionado por las relaciones sociales. Tenemos algunas más horizontales y otras más jerárquicas. Es en las relaciones horizontales donde nos tratamos como iguales y de donde esperamos apoyo y ayuda mutua. Es en esta clave donde se entiende la importancia de los CSC como espacios de encuentro y apoyo mutuo de personas que comparten una subcultura. Como sabemos, hay muchos modelos de CSC, algunos más jerárquicos y otros más horizontales. Estos segundos tienen un potencial más alto para explotar cuatro valores clave a fin de revertir el estigma. En los CSC se da igualdad entre quien comparte una experiencia o necesidad común; encontramos elementos de reciprocidad, que es un apoyo de ida y vuelta entre los miembros; se da corresponsabilidad, en el sentido de que hay un compromiso con el bienestar propio y colectivo. Y en último término, los CSC ofrecen autogestión, que es cuando el grupo asume la responsabilidad de su correcto desarrollo. Las decisiones tomadas por asamblea y el activismo son armas de destrucción masiva para derribar los muros del estigma social.
Las ciencias sociales nos ofrecen fórmulas de éxito aplicables a los CSC para fomentar sociedades más inclusivas, con menos desigualdades y estigma; por ejemplo, ampliar la red social y romper el aislamiento; compartir y relacionarse con iguales; encontrar comprensión y evitar el miedo al rechazo; buscar información objetiva y resolver dudas.
Finalmente, sobre la cuestión del auto-estigma, es muy interesante encontrar personas con quienes poder hablar de manera tranquila y confidencial, por ejemplo, otras personas consumidoras que hayan tenido experiencias parecidas. Es aquí donde también las asociaciones cannábicas representan espacios adecuados donde trabajar el auto-estigma asociado al consumo de cannabis. Una asociación es un espacio de encuentro donde se reúnen personas diversas, de diferentes edades, géneros y condiciones que se ven atravesadas por prejuicios, estigmas y mandatos parecidos por el hecho de consumir cannabis. Sus vivencias y experiencias compartidas pueden resultar en un juego de espejos que dé pistas y claves que ayuden a quien tenga más necesidad. El activismo, la educación entre iguales y el contacto con otros referentes contribuyen a disminuir el auto-estigma. Otro recurso útil es hacer el ejercicio de escribir una autobiografía y plasmar, en un papel o pantalla, pensamientos y emociones que han estado demasiado tiempo contenidas. Deshacer nudos psicológicos es una actividad liberadora de las cargas que arrastramos.
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