“El tamaño no importa. ¡Es la calidad!” (2/2)

Segunda parte del texto donde se abordan seis aspectos claves en relación con la calidad del cannabis. En este caso, nos ocupamos de la calidad microbiológica, la determinación de metales pesados y los contenidos de residuos pesticidas.

Obtener información sobre el proceso de cultivo, el tratamiento y los cuidados que ha recibido una muestra de cannabis es incrementar la capacidad de reducir riesgos e incrementar los placeres en relación con el consumo de cannabis. En la primera parte del texto exploramos qué es un perfil de cannabinoides, un perfil de terpenos y la cuestión de la humedad. A continuación veremos tres aspectos más relacionados con la calidad del cannabis.

Calidad microbiológica

La potencial contaminación con microorganismos de una muestra de cannabis puede ser un riesgo para  quien la consuma. De hecho, estamos hablando de contaminantes parecidos a los encontrados en productos de consumo ordinarios. Entre los peores que se pueden encontrar hay moho, oídio, un hongo denominado “Aspergillus”, bacterias gramnegativas tolerantes a la bilis (conocidas como BTGN), Salmonella, levadura, y de otros microbios peligrosos. Todos estos contaminantes comportan riesgos para la salud.

Estar expuesto al moho y al oídio puede comportar tos excesiva, dolor en el pecho, reacciones alérgicas y fatiga. Así pues, el consumo de ovillos o las muestras de cannabis contaminados con microbios puede conducir a resultados todavía peores, como infecciones bacterianas, empeoramiento de los síntomas del asma, agravamiento de enfermedades autoinmunes e, incluso, neumonía que puede llegar a ser muy grave. Si la persona que lo fuma tiene alguna enfermedad previa, los riesgos se disparan.

La calidad microbiológica del cannabis nos indica cómo ha sido el proceso de cultivo, el procesamiento y la conservación de este. El contaminante más común a la marihuana es el moho. Consumirlo implicará ingerir, fumar o vaporizar centenares de miles de esporas microbianas nocivas. Si la persona no lo detecta por su sabor desagradable, corre el riesgo de acabar hospitalizada a causa de una infección pulmonar. Un proceso de cuidado mal hecho o un almacenaje incorrecto del cannabis crean las condiciones idóneas para que se forme el moho. También, a lo largo del cultivo, un exceso de humedad puede favorecer la aparición del moho. Así pues, ante la mínima señal de moho, hay que tirar la muestra inmediatamente. Con un microscopio de bolsillo se puede llegar a detectar la presencia de moho y de otros patógenos.

Determinación de metales pesados

Se conoce que las plantas de cannabis y cáñamo, a lo largo de su crecimiento, son hiperacumuladoras de metales pesados, por ejemplo, plomo (Pb), arsénico (As), cadmio (Cd) y mercurio (Hg). Estos metales pueden provenir del medio de cultivo: del suelo, del agua de riego o de los fertilizantes y nutrientes. De hecho, el cultivo de cannabis se puede utilizar para la fitorremediación, ya que la planta extrae literalmente contaminantes de metales pesados del suelo, a través de las raíces, hacia los tallos y los brotes. También lo hacen los tomates y algunas especies de geranios. Tanto es así que en Chernobil se utilizó el cultivo de cáñamo para ayudar a limpiar el suelo de elementos radiactivos peligrosos como el estroncio y el cesio.

De todo lo anterior se deriva que es fundamental controlar los niveles de contaminantes elementales para garantizar que el cannabis, como cualquier producto de consumo, sea seguro. El consumo regular de plantas contaminadas con metales pesados puede provocar desde dolores de cabeza, náuseas, insuficiencia en algunos órganos vitales y cáncer en casos de exposición prolongada o extrema acumulación de estos metales en el cuerpo. En California, donde hay una regulación muy estricta de la calidad del cannabis, se considera que los productos de cannabis son seguros para  consumir sólo si los cuatro metales pesados mencionados presentan niveles inferiores a los que se delimitan en la ley.

Contenido de residuos pesticidas

Más allá de los fertilizantes, lo que permitió una revolución agrícola a partir de la segunda mitad del siglo XX fue el descubrimiento de los biocidas: herbicidas, fungicidas e insecticidas. Desde entonces, a pesar de su éxito, también se han dado multitud de casos de reacciones y efectos nocivos sobre la salud en humanos y de otras formas de vida que se han visto expuestos a ellos.

La planta del cannabis a lo largo de su crecimiento puede sufrir múltiples plagas y enfermedades que a menudo se combaten con productos químicos. Los ovillos de cannabis se pueden contaminar con estos productos a causa de la aplicación directa de pesticidas en las plantas en floración o por contaminantes provenientes de los campos vecinos de otros cultivos alimentarios. Como no hay una regulación de su cultivo, no hay un control sobre el uso de estos productos. Así pues, consumir cannabis proveniente del mercado informal implica participar en un experimento no controlado de exposición a posible contaminación con pesticidas. El hecho es que, aunque se utilicen pesticidas aprobados para  otros cultivos que puedan ser parecidos, no hay estudios sobre los efectos de estos pesticidas sobre la salud humana cuando se queman y se inhalan. De hecho, los pesticidas están en todas partes. Los respiramos en el aire que nos rodea. Es una cuestión de cantidades. Una vez más, la dosis hace el veneno.

Lo cierto es que hay muchas personas que intentan cultivar cannabis orgánicamente ─en el caso del cannabis no hay una definición sobre en qué consiste exactamente─ y no utilizan productos más allá de los ecológicos. Sin embargo, existe el riesgo de que los clones que utilicen o las madres de donde provienen estos hayan sido tratados con pesticidas. Por lo tanto, es importante saber si la planta proviene de la semilla con el fin de eliminar cualquier riesgo de potencial contaminación. En California cuentan con una de las regulaciones más estrictas sobre el uso de pesticidas en el cultivo de cannabis.

A medida que hay más conciencia sobre esta cuestión, se incrementan el conocimiento y las experiencias sobre cómo insectos beneficiosos, como mariquitas y crisópidos verdes, pueden combatir las plagas sin los riesgos inherentes al uso de los pesticidas convencionales.

Es primordial hacer notar que los extractos de cannabis también acumulan residuos de pesticidas y, justamente por ser un concentrado, pueden retener cantidades que pasen los límites recomendados aunque no sean detectables en la materia vegetal de la cual proceden. El riesgo de absorber residuos de pesticidas es mucho más alto en el caso de los extractos que en el de los ovillos de marihuana.

Un factor colateral a tener en cuenta es que la utilización de pesticidas en cultivos de cannabis en el mercado informal también puede comportar riesgos para el medio ambiente. La aplicación de demasiada cantidad de productos químicos y el uso de productos de manera irresponsable provocan trasvases tóxicos en los ríos y las rieras locales, y envenenan insectos, peces y fauna. Por el contrario, el cultivo de cannabis de interior comporta una enorme huella de carbono por cada gramo producido. Así pues, vemos que todavía queda mucho espacio por recorrer con el fin de reducir el impacto de los cultivos declarados ilícitos en el medio ambiente.

Por lo tanto, por ahora, la única manera de saber realmente qué productos de cannabis son libres de pesticidas es realizando pruebas de laboratorio verificadas. Si las personas que consumen están cada vez más educadas en relación con este aspecto de la calidad y prestan atención, la oferta en el mercado se adaptará en la medida de lo posible.

2024-04-16T11:24:54+00:00

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