Reducir el consumo

El consumo responsable es un concepto controvertido. La responsabilidad es un valor que parece que funciona como indicador de madurez. Y la madurez, en este sentido, está totalmente desvinculada de la edad. Se encuentra a muchachos bien maduros y adultos extremadamente pueriles. Esta realidad se puede extrapolar al mundo del consumo de sustancias psicoactivas.

Si te estás planteando reducir el consumo de cannabis, habla con el equipo de tu asociación, que te puede asesorar y ponerte en contacto con profesionales.

En el ámbito de las drogas, determinadas voces profesionales consideran que el consumo responsable es un oxímoron, porque el simple hecho de consumir, por muy esporádico y moderado que sea, es inherentemente irresponsable y, por extensión, peligroso. Estas lecturas contemplan el consumo de drogas como maniqueo, es decir, blanco o negro, abstinencia o adicción. Sin un término medio. Sin que otros tonos cromáticos puedan mostrarse. Sin reconocer la variedad y riqueza que implica la relación de los humanos con los psicoactivos. Sin reconocer que los consumos pueden ser totalmente compatibles con una vida normalizada. Y, por qué no, con una vida llena de disfrute. Como ya es bien sabido, el consumo responsable no solo es posible, sino que representa la posición en que se sitúa la mayoría de las personas consumidoras.

¿Sin embargo, qué se entiende como consumo responsable? No hay duda de que cada persona consumidora podría dar una definición de ello. Sin embargo, la literatura científica presenta una definición relativamente consensuada sobre qué es el consumo responsable. Una primera definición sería la siguiente: “El consumo responsable en el ámbito de las drogas es aquel uso de sustancias en que la persona consumidora solo obtiene placeres y beneficios”. Este consumo responsable ideal se sabe que es extremadamente difícil de conseguir. ¿Quién no ha tenido nunca una “blanca”? ¿Quién no ha tenido un punto “de empane” cuando se levanta por la mañana después de una fumada colosal? ¿Quién no ha decidido dejar de ir a clase para clavarse otro porro de buena mañana? Sin duda que la mayoría de las personas, en algún momento, han asumido riesgos que les han conllevado daños más o menos graves.

Sin embargo, en cuanto a daños asociados al cannabis (y en todas las drogas), los hay de diferente naturaleza. Algunos se pueden entender como veniales y otros, como extremadamente graves. No es lo mismo dejar de ir a clase a primera hora porque la fumada de la noche anterior hace que, inexplicablemente, las sábanas se os peguen, que no que, después de meses de consumos salvajes, se empiecen a sentir voces que dicen disparates, hasta el punto de acabar desayunando haloperidol mientras se babea porque no se puede ni controlar el grado de apertura de la boca. Esta imagen puede parecer dura, pero los daños del cannabis también lo pueden ser. Sin duda que no todo el mundo tiene el mismo grado de vulnerabilidad y no todo el mundo está expuesto en la misma medida a los daños relacionados con la salud mental, pero, sin embargo, nadie es inmune a ello. No existen ni superpersonas ni inmortales, aunque, en ocasiones, el sistema perceptivo, debido al fenómeno de la invulnerabilidad que se siente, hace creer que se es inmune a cualquier daño. Pensar de esta manera es el primer paso para explorar las tierras ignotas de los problemas de la salud mental.

Dicho esto, por motivos educativos y psicosociales, queda acreditado que la mayoría de las personas han sufrido, o sufrirán, los daños más veniales del cannabis. Por ello, la literatura científica ofrece una definición que deja de lado “el escenario ideal” para centrarse en una realidad más pragmática. La definición pragmática del consumo responsable es la siguiente: “El uso de sustancias orientado a obtener sus beneficios y placeres, y que, a pesar de conllevar ciertos daños, estos no impiden que la persona consumidora se mantenga en la normalidad social”. La cuestión de la normalidad es capital para evitar problemas, o al menos hay que aparentar que se está situado en ella, porque, si se recibe la etiqueta de “anormal” o de “desviado”, lo entienden así las personas que la dan como buena, por mucho que se esté situado en la más estricta normalidad social. Esto de que se es normal o desviado bien se sabe que es una arbitrariedad, y normalmente poco se ajusta a la realidad. Por lo tanto, si no se quiere tener problemas de orden interaccional, por muy desviada que una persona se considere, hay que presentarse en el espacio social como normalizados. Otra discusión es el rédito identitario y social que obtienen las personas que se presentan como desviadas, pero ello, como ya se ha dicho, es otra cuestión.

La estrategia más directa para evitar los problemas derivados del cannabis es mantener unas frecuencias y unas intensidades de su consumo compatibles con la vida cotidiana. ¿Cuál es la frecuencia y la intensidad adecuada para evitar problemas? Pues es una pregunta que, otra vez, depende de cada persona, de su estilo de vida y las responsabilidades contraídas con el entramado social. No conlleva las mismas consecuencias que una persona estudiante de un grado universitario deje de asistir a una clase presencial que el hecho de que una persona trabajadora de una empresa no se presente a una reunión.

En el primer caso, nadie le amonestará y se puede entender como una consecuencia venial del consumo. En el segundo, es muy probable que sufra la reprimenda de sus superiores e, incluso, pueda acabar despedida porque los consumos le han imposibilitado que cumpla con los objetivos marcados por el trabajo, es decir, que sufrirá un daño grave como consecuencia de un consumo irresponsable. Más allá de las particularidades existenciales de cada persona, el consumo responsable siempre vela por la salud social, física y mental.

En este sentido, es necesario estar pendiente de todas las señales que dan tanto el cuerpo como la cabeza y el entorno. Saber escuchar y saber entender al propio entorno es un proceso que no siempre es fácil. Hay que estar alerta cuando:

  • Se percibe que un acontecimiento se ha producido en un sentido determinado, pero el entorno apunta a que sucedió de una forma totalmente diferente. Si existen desajustes entre la propia percepción y la de las amistades, hay que pararse a pensar qué puede estar pasando.
  • El entorno, que hasta el momento había aceptado los consumos que se hacían, señala que se está consumiendo en exceso. Se acostumbra a pensar que quien vela por nosotros nos quiere lo mejor. Si nos lo dicen, por alguna cosa será. Hay que reflexionar al respecto.
  • Se empieza a tener alteraciones perceptivas de diferente naturaleza, como destellos visuales, ruidos de procedencia incierta, etc. Se tiene que estar alerta con las alteraciones perceptivas, porque acostumbran a situar a la persona en la antesala de problemas serios de salud mental.
  • Existen obsesiones con pequeños detalles cotidianos. Se tiene que estar al acecho de las amenazas del entorno, pero las hormigas nunca pueden convertirse en una hidra.
  • Se cree que existe una persecución para hacer daño. Debe irse con tiento respecto a los elementos paranoicos. No resulta necesario volver a mencionar qué es lo que puede conllevar esta situación.
  • Se abandonan las tareas y responsabilidades cotidianas. ¿Entonces, qué se hace? ¿Se fuma todo el día? Cuidado con hacer orbitar la vida en torno a los porros. Deben diversificarse las actividades diarias. Hay tiempo para todo.
  • Se dejan de lado las amistades para quedarse solos. Puede parecer gracioso aquello de “Así tengo que compartir los porros”, pero no resulta gracioso acabar hablando, riendo y llorando solos. Las amistades son el mejor ansiolítico, antipsicótico y antidepresivo que ha creado la humanidad. Si no se cuidan, se acabarán necesitando psicofármacos.
  • Mantener una higiene personal adecuada representa una tarea titánica. Esto es indicador de que se están abandonando los hábitos más básicos. ¿Si se hace cuesta arriba ducharse, entonces qué puede significar afrontar los propios problemas?
  • Se gasta más dinero del que la economía personal permite. En consecuencia, se roba a los familiares, se empeñan objetos de valor, se miente para obtener dinero, entre otras prácticas informales o ilegales. Si se recurre a estas acciones, se está abriendo la puerta a consecuencias personales y penales irreversibles.
  • Se necesitan cada vez más cantidades de cannabis para obtener los mismos efectos. Alerta con la tolerancia. No es mejor fumadora aquella persona que necesita grandes cantidades de cannabis para colocarse. ¿No es más interesante obtener los mismos efectos con pequeñas cantidades?

Estas y otras situaciones indeseables pueden comprometer la normalidad de la persona. Se tiene que estar al corriente de las señales que indican excesos. Es importante abandonar los consumos antes de que compliquen la vida. La mayoría de los problemas relacionados con el cannabis remiten de forma espontánea poco tiempo después de abandonarlo. Si, después de un tiempo de abstinencia, los síntomas vuelven a aparecer cuando se reanuda su consumo, es el momento de abandonarlo definitivamente. Tal vez el cannabis haya sido una amistad que ha acompañado desde la adolescencia y que puede haber aportado muchos buenos momentos, pero no todas las amistades son siempre buenas compañías y es el momento de poner punto y final a la relación. Para evitar estas situaciones, es adecuado que haya periódicamente barbechos, es decir, dejar de consumir un tiempo. Cuarenta días (ahora que está tan de moda esto de las cuarentenas) es un tiempo idóneo para eliminar la tolerancia y recuperarse de las dinámicas indeseables.

Pero no todo el mundo puede abandonar el consumo diciendo “Es suficiente, ya no fumo más” o “Estaré una temporada pasando de los porros”. Si se ve que, a pesar de intentarlo, resulta complicado, por no decir imposible, dejar de fumar, y se consume a pesar de haber decidido no hacerlo, es el momento de pedir ayuda a los profesionales. Se entiende que formular una demanda de estas características es complicado porque es reconocer que no se ha sabido controlar los consumos, pero es un paso importantísimo para mejorar la calidad de vida. Y, sobre todo, para evitar cruzar la frontera que conduce a un punto de no retorno. No hay que tener miedo. Dar este paso es avanzar hacia el propio bienestar. Existen diferentes vías para pedir ayuda, más allá de llamar a la Línea Verde (900 900 540), donde informan y orientan de forma gratuita sobre qué hay que hacer, es una buena opción la de hablar con el equipo técnico de la asociación cannabica a la cual se acude. De entrada, estas personas están formadas para prestar un asesoramiento personalizado tanto para reducir el consumo como para abandonarlo en caso de que sea necesario. Hay que remarcar que conocen a la perfección la realidad de los que son usuarios del cannabis. No juzgan a los usuarios ni les presentan escenarios totalmente quiméricos, sino que les dan unas pautas de gran utilidad para mejorar la situación. Además, si lo consideran oportuno, realizan la derivación a servicios de la red sanitaria que dan una respuesta ajustada a la realidad de los usuarios. Dado el caso, la persona usuaria es quien tiene que dar el primer paso. Paso a paso, pero que no sea el último.

2020-10-23T11:05:38+00:00

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