Nos gusta la convivencia vecinal: respetamos el silencio y cuidamos el entorno

Las sociedades humanas son cada vez más complejas por motivos sociales, económicos, culturales y políticos. En la actualidad, en los entramados sociales, con las altas tasas de densidad de población que existe, el respeto y la convivencia representan la piedra angular para evitar conflictos.

En teoría, a la inmensa mayoría de la población le gusta aquello de “vive y deja vivir”, pero, en la práctica, una parte importante de las personas realiza acciones que son molestas para terceros. El caso de los clubes sociales de cannabis no es una excepción y los problemas de convivencia que conllevan vienen en un doble sentido. Por una parte, el vecindario alejado de la realidad cannábica, que percibe la presencia de un club social de cannabis como una amenaza. Y, por otra parte, las molestias que sufren en los vecindarios producto de la actividad de los clubes sociales de cannabis.

Una parte importante de los clubes sociales de cannabis que se han puesto en marcha en Cataluña en los últimos años, debido a un proceso de estigmatización y desconocimiento, han sufrido lo que se conoce como fenómeno NIMBY. Un acrónimo inglés significa “not in my back yard”, es decir, “sí, pero aquí no”. Las comunidades que experimentan el fenómeno NIMBY reconocen que ciertos recursos y/o equipamientos comunitarios como las incineradoras, las centrales nucleares, las salas de venopunción asistida y, también, los clubes sociales de cannabis, son necesarios en el seno social, pero que tendrían que instalarse en otro territorio, barrio o calle diferente del suyo, porque su contexto ya está lleno de recursos indeseables, o bien consideran que no es el espacio adecuado a causa de la baja demanda que existe. En ciertas comunidades, la apertura de un club social de cannabis se ha conceptualizado como una amenaza a la convivencia. El imaginario de la droga todavía está bien presente en una parte importante de la población. Ello implica que a algunas personas, cuando se habla de un club de cannabis, les vengan a la cabeza jeringas, personas drogodependientes con un estado físico degradado y pidiendo, sida y, en última instancia, la muerte. Este imaginario conlleva que la convivencia comunitaria entre los clubes sociales de cannabis y el vecindario sea complicada e, incluso, en algunos casos, imposible. La intolerancia de determinada parte del vecindario para imposibilitar la apertura de un club social de cannabis ha generado auténticos conflictos. En estos casos, las mesas de trabajo comunitario resultan capitales para encontrar una solución al conflicto. A pesar de que no siempre son posibles y que la solución a la controversia comunitaria no acostumbra a satisfacer a ninguna de las dos partes. La sensibilización comunitaria para aumentar los umbrales de tolerancia hacia los clubes sociales de cannabis es un aspecto a trabajar para mejorar la convivencia vecinal.

Otro conflicto de orden comunitario es el provocado por la actividad de los clubes sociales de cannabis que genera molestias de diferente naturaleza en el vecindario. Estos tipos de molestias se tienen que reducir hasta a la mínima expresión para conseguir una excelente convivencia vecinal. Si la actividad cannábica es respetuosa con el vecindario, se tiene que trabajar en el sentido de reducir la estigmatización y la criminalización de los clubes sociales de cannabis. Se pueden dividir las molestias en el vecindario derivadas de los clubes sociales de cannabis en dos grandes categorías. De un lado, los incidentes bajo la responsabilidad de los gestores de los clubes y, del otro, los provocados por los socios desvinculados de cualquier tarea de responsabilidad dentro del club. En relación con la primera categoría, los gestores tienen que dotar al club de un clima adecuado para hacerlo atractivo, siempre y cuando la búsqueda de un ambiente adecuado no conlleve efectos indeseados para el vecindario. En este sentido, los problemas más importantes son los derivados del ruido, especialmente la música, y los olores. En diferentes municipios, las ordenanzas municipales relativas a los clubes sociales de cannabis son notoriamente estrictas con respecto al aislamiento acústico y las salidas de olores. Dichos tipos de normativas, a pesar de suponer un gasto económico considerable para los clubes de cara a evitar ruidos y olores, son efectivas para reducir el impacto del club, hasta el punto de que su actividad pase totalmente desapercibida para el vecindario. Si las normativas municipales no son tan estrictas, los gestores de los clubes tienen que trabajar con la finalidad de evitar cualquier molestia producida por ruidos y olores. La insonorización y extracción de humos son centrales para evitar cualquier conflicto con el vecindario. Toda inversión dedicada a evitar molestias representa una acción efectiva para prevenir conflictos. Los gestores de los clubes de cannabis tienen que ser proactivos en este sentido.

Los conflictos provocados por los socios de los clubes sociales de cannabis son los que acostumbran a provocar más controversias. Ruidos y suciedad en la calle suelen enfadar al vecindario, que, en ocasiones, no duda en llamar a la policía para disuadir cualquier acción de los socios considerada incívica. En este sentido, los usuarios de cannabis es necesario que entren y salgan del club social de cannabis de forma ordenada y silenciosa. Sin gritos y sin quedarse plantados delante de la puerta del club, que, por ejemplo, puede ser que esté bajo balcones de vecinos a los que les provocan molestias. Se tiene que pensar que el estilo de vida de los vecinos es evidentemente dispar, y que hay quien madruga, y ya se sabe que el descanso es bien muy preciado. Cuando resulta alterado, es habitual que las personas se pongan nerviosas. El descanso del vecindario es un bien por el cual se tiene que velar colectivamente. Hacerlo ahorra quebraderos de cabeza. Además, y muy importante, se tiene que evitar fumar en la puerta o en los alrededores del club. Si se intercepta a usuarios fumando en la vía pública, por muy cerca que estén del espacio de tolerancia que representa el club, son multados en virtud de la Ley de seguridad ciudadana, y a buen seguro que ello provoca un problema al club.

En definitiva, las ciudades son un espacio inherente de conflicto, pero las buenas prácticas contribuyen a disminuirlos. Ganar una buena convivencia en el contexto de los clubes sociales de cannabis representa un paso firme y solvente para ganar la legitimidad necesaria para desestigmatizar a las personas que utilizan el cannabis. Está en manos de los que consumen que se pueda avanzar en este sentido y, por ello, la responsabilidad personal es necesaria para evitar cualquier conflicto con el vecindario. Adelante, pues, con la buena convivencia.

2020-11-17T10:15:52+00:00

Comenta